Vi una película.
Era así.
Alguien intentando cumplir con sus tareas vitales. Que si empezar a trabajar. Que si independizarse. Que si construir una relación de pareja. Que si hacer planes de futuro…
¿Te lo imaginas no? Primeros pasos en el mundo laboral, buscar una casa que se pueda permitir, empezar a vivir con la persona a la que ha conocido, hacerse preguntas sobre cómo quiere que sea su vida, cuáles son sus sueños, cuáles son sus miedos…
Todos esos deberes de vida que vamos atravesando.
Y veías como se esforzaba.
Era un esfuerzo que parecía sobrehumano. Luchaba y luchaba. Trabajaba y trabajaba tratando de hacerlo muy bien. De estar a la altura. De llegar a todo. Seguía y seguía tratando de demostrar que podía. Que valía.
Como si en todo lo que hiciera hubiese un mensaje no dicho en voz alta que sería algo así como ‘¿lo estoy haciendo bien?’. Esperando que alguien, por fin, le dijera que si, que era buena.
Y aquí un matiz importante. Mientras se esforzaba y se presionaba para ser por fin reconocida, lo que sentía en el fondo es que no valía. Que no lo hacía bien. Que no era suficiente.
No te lo decía. No hablaba de ello. Y la voz en off de la película tampoco te lo contaba.
Pero si ves la película, tú si te das cuenta.
Ves su esfuerzo sobrehumano. Y ves que cree que no vale.
¿Y sabes qué me llama poderosamente la atención?
Si ella te contara sus problemas, o lo que le pasa, te diría algo así:
‘Algo me pasa. No aguanto tanto como los demás. No hago suficiente. Ellos pueden y yo no. Es como que no llego. No sé hacerlo bien’.
Y si ella te dijera qué cree que tiene que hacer para salir de su encrucijada te diría:
‘Tengo que esforzarme más. A lo mejor tendría que entrar antes a trabajar. O salir más tarde. O no descansar. Igual así lo consigo. Solo me tengo que implicar más. Trabajar más. Ser mejor.’
No se da cuenta de que ese no es el problema.
Eso es lo que me llama poderosamente la atención.
Ella cree que si. Está convencida. El problema es ella. Y tiene que arreglarse a sí misma. Que si se esfuerza un más o lo hace un mejor, tal vez por fin lo consiga.
Pero no ve que no. Que el problema es que se siente rota. El problema es que vive su vida creyendo que hay algo mal en ella. Tratando de reparar sus defectos a toda costa.
Que por cierto, a toda costa, significa en realidad a costa de sí misma.
Sin atender sus necesidades. Sin escucharse. Sin verse. Sin sentirse.
Endureciéndose, encorsetándose, presionándose, olvidándose de ella.
¿Y para qué te cuento todo esto?
Para que te quedes con esta idea:
Lo que crees que es el problema, no es el problema. Ya sé que estás convencida de que si. Que lo que crees que es el problema, es el problema.
Pero no lo es. Y desde fuera te das cuenta. Aunque desde dentro no puedas verlo.
Ah, lo que te he contado no era una peli. Es la vida de muchas personas. Vamos, que es real. Que lo veo todo el rato. Y quizás te pasa a ti. Con el trabajo, o con cualquier otra cosa.
Mira a ver qué te cuentas sobre tus problemas.
Y mira a ver si quieres verlos desde otro lugar.
¿Qué lugar será ese?
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